Buscaba un libro escrito en primera persona y uno de los títulos sugeridos era El asesino hipocondriaco, ya intuías por el título que sería una obra de humor, aunque yo personalmente no recuerdo haberme reído mucho, tal vez porque es un tipo de humor muy grotesco aunque sí es verdad que tiene su gracia pero no arranca una carcajada. En esta novela el humor digamos que cohesiona la historia, es aquel elemento que te permite seguir leyendo sin pensar que todo es un despropósito.
Un asesino con un último encargo y con una sensación de que va morir ese mismo día. Es la lenta agonía en la sala de espera de la muerte, de una muerte que parece que nunca llega y de ahí parte ese primer humor cohesionador.
A lo largo de la historia descubrimos que estamos ante un asesino, torpe, grotesco, casi esperpéntico, obsesionado con acabar con su objetivo porque según se describe él mismo es una persona con principios.
Los personajes dentro de la obra no tienen nombre propio tan solo se identifican con iniciales porque realmente los personajes lo que hacen es configurar un mundo surrealista, no tienen importancia en ellos mismos. El peso de estos está en esas acciones que realizan que nos llevan a una visión de la vida totalmente caricaturizada. El protagonista absolutamente preocupado por cumplir con su trabajo y por su propia muerte. Un asesino que en principio podríamos pensar que desprecia la vida del otro, pero que en el caso de nuestro protagonista lo disfraza de una cómica dignidad, quiere que la muerte de su objetivo sea respetuosa y todo ello nos lleva a un juego de contradicciones constante en toda la novela.
Algo muy interesante desde mi punto de vista ha sido la introducción de historias reales de algunos personajes de la historia, como por ejemplo, Poe, Proust, Voltaire, Kant y algunos hipocondriacos famosos.
En conclusión, esta novela merece la pena ser leída por estar enfocada de una forma muy original y porque detrás de ese humor grotesco hay un juego de dualidades bastante interesante.
M.B.