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Categoría: MICRORRELATO

MICRORRELATO: EL ASESINO DE SOMBRAS




Todos los días buscaba una víctima para satisfacer sus deseos más ocultos. Tardó meses en encontrar a alguien que cumpliese exactamente el perfil requerido. Era minucioso y exigente consigo mismo, pero ya empezaba a estar muy impaciente, demasiado tiempo sin muertes.

Una tarde estaba paseando solo por el bosque, no había nadie y vio una sombra pasar, la siguió durante más de una hora. En ese tiempo pudo ver cada movimiento, la cadencia de su cuerpo, el silencio. Sus pasos se dirigían a un arroyo cercano y el agua se oía de fondo. Algunos pájaros trinaban sin descanso. Era un paraje que invitaba a la contemplación. Se detuvo un momento y se fijó en el cielo, pintado con un azul intenso. Se sintió muy feliz sentado en el suelo y sus pensamientos se fueron lejos. De repente, escuchó caer un cuerpo dentro del agua que estaba oyendo. Se levantó y se acercó al riachuelo, alguien nadaba allí dentro. Se quedó quieto mirando la figura de alguien que sonreía con el agua a la cintura. Nadie se percató de su presencia y él pudo contemplarla horas enteras.

Cuando nadie miraba se hizo con ella, la cogió haciendo gala de su fortaleza. Se la llevó bosque adentro. Nada pudo impedir el secuestro. Quiso matarla en el momento, pero le gustaba el juego lento. Había esperado tanto para asesinar de nuevo, quería ir despacio y disfrutar de su trofeo.

Empezó a oscurecer y la perdió de vista pero al salir el sol la sombra estaba lista, seguía en el mismo sitio donde la había dejado y allí, lentamente, la asfixió entre sus manos, fue muy lenta la agonía y la sombra poco a poco desaparecía. Al final ya no había nada solo un hombre sin mirada.

Había satisfecho sus deseos más ocultos y ahora iba solo por el mundo. Buscó su sombra bajo el sol y no encontró nada, quiso gritarle al cielo, quiso gritar: “Quiero mi sombra de nuevo”. Había asesinado tantas, había dejado tantos seres sin reflejo y un error lo había vuelto como ellos. Su sombra había muerto entre sus manos, su cuerpo andaba y hablaba pero no había reflejo humano.


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MICRORRELATO: La inútil huida




Entró precipitadamente en el edificio y subió corriendo por las escaleras. Algo oscuro y deforme lo seguía. Quiso dejarlo atrás subiendo de dos en dos los escalones. Imposible, seguía pegado a su espalda, crecía y empequeñecía a su paso. Sintió pánico ante aquel desconocido. En su huida no calculó bien sus pasos y el maldito escalón de siempre se interpuso entre sus deseos y su realidad. No había nadie. Rodó escaleras abajo y en el descansillo, sin aliento ya, se arrellanó. Su sombra, oscura y deforme, siguió su camino y entró en su casa y ni siquiera su perro notó su ausencia.

MICRORRELATO: JUSTICIA PARA TONTOS, UY, PERDÓN, PARA TODOS




Un día paseaba por la calle y me fijé en una tienda que estaba muy de moda, en la que vendían todo tipo de sentencias y yo necesitaba una. “La Justicia es igual para todos” ponía en el cartel. Cuando entré en la tienda el dependiente estaba atendiendo a una señora. Su cara me resultaba bastante familiar pero no sabía exactamente dónde la había visto antes y cuando terminó de atenderla se dirigió a mí.

–  ¿En qué le puedo ayudar?- me dijo el dependiente disfrazado con una toga.

–  Necesito una sentencia, es un regalo a un amigo- le contesté.

–  ¿De cuánto dinero dispone?- me preguntó.

–  La verdad es que no tengo mucho dinero.-Le respondí.

– Bueno, no se preocupe, “La justicia es igual para todos”- me dijo con sorna.- ¿Qué delito ha cometido su amigo?

– Pues…Escribió una historia y le acusan de enaltecimiento de la violencia, pero nada más lejos de la realidad.- Le dije con tristeza.

– Puede estar usted tranquilo, tengo una muy buena sentencia que no le va a costar ni un euro. Aquí la tiene.- y me alargó un fajo de unos cincuenta folios.

– ¿Dos años y medio de cárcel? ¿No le parece demasiado?- le pregunté. -He visto que a esa señora le ha ofrecido una sentencia de absolución y sus delitos eran de fraude fiscal y blanqueo de dinero. ¿No le parece que eso es más grave que escribir una historia mal interpretada?

– A ver, usted quiere justicia gratis, pues esto es lo que le puedo ofrecer. -Afirmó.- Si usted quiere una sentencia de absolución necesita mucho más dinero o algún que otro conocido importante. No puedo ofrecerle otra cosa.

– Pues no dispongo de más dinero y a los que conozco están como yo, más pelados que una rata. Pero …en su tienda pone que la justicia es igual para todos.

– Todos los que pueden pagársela, está claro.-me dijo- Bueno, ¿quiere su sentencia o no?

– Pues sí, qué remedio. ¿Me la puede envolver para regalo?