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Película el hijo de Saúl

RESEÑA: EL HIJO DE SAÚL (PELÍCULA)

¿Se puede dar un enfoque diferente al holocausto nazi? Pues a pesar de todas las películas y libros que han tratado este tema, la respuesta es que sí, Laszlo Nemes consigue que no haya un espectador que quede indiferente ante El hijo de Saúl.

Toda la historia la vemos a través de los ojos del protagonista, Saúl. Por ese motivo la cámara siempre está sobre él, mostrando parcialmente los horrores del genocidio nazi, pero centrándose particularmente en la tragedia personal de este personaje. Saúl forma parte del Sonerkommando del campo de concentración de Auschwitz con lo cual somos testigos de una de las mayores crueldades del nazismo, obligar a las víctimas a formar parte del genocidio de su propia gente, ya que sus labores son: conducir a los prisioneros a las cámaras de gas, hacer que se desnuden, recoger sus pertenencias y ayudar a clasificarlas, sacar los cuerpos y llevarlos a las cámaras de incineración, quemar los cuerpos en los hornos, limpiarlos de cenizas y tirarlas al agua. Ante esta situación el protagonista se muestra casi como un autómata, pero el descubrimiento de un niño que ha sobrevivido a la cámara de gas y al que sus carceleros acabarán asfixiando, le proporciona un sentido a su existencia que será la de dar un entierro digno al cadáver de ese niño. Toda la película narra la obsesión de Saúl por dar un entierro digno, con la presencia de un rabino, al cadáver de ese niño que ha tomado por su hijo, aunque no lo sea. Pero ese niño, que no sabemos cómo se llama, ni de quién es hijo, en el fondo es el hijo de todos y por eso adquiere sentido darle un entierro digno. Tratar con humanidad al cadáver del niño humaniza al personaje. De repente, el autómata cobra vida y su obsesión se convierte en el sentido de su existencia, aun poniendo en riesgo su propia vida y la de todos sus compañeros. No es por casualidad que uno de ellos le dice “has traicionado a los vivos por un muerto”, a primera vista parece ilógico arriesgar la vida de los demás por un muchacho muerto, pero en el fondo, hay una intención de salvar a la humanidad de una muerte en vida, es la dignificación del ser humano en un mundo donde el protagonista es la muerte. Además, en otro momento alguien le recrimina lo que está haciendo: “vas a hacer que nos maten a todos” a lo que él responde “ya estamos muertos”, solo su obsesión le permite estar vivo.




El espectador pasa cien minutos siguiendo la obsesión de Saúl de manera muy angustiosa, para llegar a un final esperado pero no menos impactante por eso. Durante toda la proyección te haces preguntas, te cuestionas mil cosas y las respuestas son casi tan injustas como las preguntas. Hay algo siniestro en todo ello. Saúl es una víctima y esta historia lo humaniza, ¿es necesario humanizar a la víctima? Saúl convive con la muerte a diario, con la muerte de aquellos que son como él, que el único crimen que han cometido es ser judíos y que la recompensa que él obtiene por hacerle el trabajo sucio a los nazis es alargar su vida. Saúl es doblemente víctima y actúa por inercia, como un autómata, como un cuerpo sin alma. En realidad, Saúl es un muerto en vida y mientras sus compañeros luchan por la supervivencia, él lucha por salvarse a través de dar dignidad al cuerpo muerto de su hijo, del hijo de todos. Solo por ese motivo su existencia adquiere sentido.

Nadie quedará indiferente ante esta película que muestra la crueldad en su grado máximo y que lo hace sin dramatismo ni sentimentalismo y que, tal vez por eso es todavía más impactante.

M.B.

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